Domingo 29 de marzo de 2020. Andrés Manuel López Obrador visita una pequeña población de provincia y durante su paso se detiene a saludar de mano a una señora mayor a quien pide no bajarse de su camioneta y le dice que ya recibió su carta.
Hasta ahí, todo normal. No hay fin de semana que el presidente de México no aproveche para hacer giras por el interior de la República. En este caso, la visita es para supervisar los avances de una carretera.
Esa pequeña población es Badiraguato, Sinaloa, un municipio de 30 mil habitantes, apenas el décimo cuarto más poblado del Estado.
Pese a ser una población tan pequeña en proporción al resto del país, es la segunda ocasión en 16 meses de gobierno que el presidente acude a supervisar una obra.
Es el municipio natal de Joaquín Guzmán Loera, «el Chapo», quien fuera el narcotraficante más buscado del mundo.
Coincide con el cumpleaños 30 de Ovidio Guzmán López. el hijo del Chapo, el mismo al que las autoridades dejaron ir libre tras un operativo fallido que provocó una enorme movilización se sicarios en Sinaloa.
La señora a la que López Obrador se detiene a saludar es María Consuelo Loera Pérez, la madre del Chapo Guzmán.
La visita y el saludo ocurre durante la mayor contingencia sanitaria que se ha tenido en el mundo en décadas.
Una de las principales recomendaciones de las autoridades de salud es no darse la mano con nadie.
¿Qué habríamos pensado si en lugar de AMLO esto sucediera en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa o el de Enrique Peña Nieto?
¿En el de Vicente Fox, Ernesto Zedillo o Carlos Salinas de Gortari?
O, en realidad, durante el periodo de cualquier presidente de México.
Si no hubiera sido López Obrador, incluso ignorando la fecha, la ciudad y la circunstancia sanitaria, ¿a alguno de nosotros nos habría parecido normal un saludo de mano con la madre del Chapo?