Tengo claro que López Obrador es un pésimo presidente y que sus decisiones de hoy dejarán un efecto muy negativo por años.
Veo la reacción casi jubilosa de la «oposición» a la caída del 0.1% en la economía de México y compruebo que siguen sin entender por qué AMLO ganó las elecciones de 2018.
Y volverá a ganar.
Un amigo mío lo resumió muy bien hace unas horas con el ejemplo de su papá.
Lo fácil para la «oposición» es decir que AMLO compra la lealtad de ninis, adultos mayores y otros grupos.
Es solo cerrar los ojos a la realidad que millones de mexicanos vivieron con anteriores gobiernos.
Lo expliqué en un hilo de Twitter horas antes de las elecciones. López Obrador iba a ganar porque, siendo quizá la peor opción, las otras dos se habían cansado de demostrar que no debían gobernar.
Sí, AMLO ha cumplido malas expectativas en muchos aspectos, incluso en otros que no esperábamos.
Está dañando la economía, intentando concentrar el poder y eliminar contrapesos, atacando a prensa y ciudadanos críticos. Se volvió aliado de Trump.
Y nada de eso importa a su base. A millones de mexicanos que nunca vieron reflejado en su nivel de vida que la economía creciera 2, 4 o 6 por ciento no se les va a convencer de que una contracción del 0.1%.
Los más afectados por el pasado no van a extrañarlo porque se canceló el aeropuerto o se asalta al INE. Quizá México hoy está peor que el 30 de noviembre de 2018.
Pero para millones no es así. Millones estaban aun peor. El primer paso es entenderlo. Llamarles «moralmente derrotados» no sirve. Decir «se les advirtió» tampoco.
Se les tiene que ofrecer una alternativa. Y ahí está el segundo punto clave por el que AMLO y Morena tienen enorme ventaja en las encuestas para próximas elecciones: esa alternativa no existe.
Lo más irónico del intento de AMLO por controlar al INE es que ni siquiera le hace falta para ganar más poder en 2021. Cien tuiteros y periodistas incómodos no son suficiente oposición.
Por si su pasado no fuera suficiente lastre, PAN y PRI carecen de figuras con el carisma y liderazgo para hacer frente a Obrador.
Esa debilidad de los partidos tradicionales hizo creer a Felipe Calderón que crear su propio partido le permitiría erigirse como el líder real de la oposición.
Esa posibilidad murió en el momento en que detuvieron a Genaro García Luna.
Quisiera poder terminar con la respuesta ideal, pero no la hay porque para enfrentar a Obrador primero se tiene que llegar al diagnóstico correcto.
Celebrar que teníamos razón sobre él no es el camino.