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Qatar 2022 no justifica la Superliga Europea

Empecemos dejando las cosas en claro: la creación de la Superliga europea anunciada ayer por 12 equipos obedece primordialmente a intereses económicos de dichas entidades.

Es, en segundo término, una guerra de poder. Real Madrid, Manchester United, Juventus, Barcelona, Liverpool, Manchester City, Inter de Milán, Atlético de Madrid, Chelsea, AC Milan, Arsenal y Tottenham están lanzando un pulso contra la UEFA y la FIFA por el control del futbol de alta competencia a nivel mundial.

No sorprende, por tanto, que haya quienes se pongan del lado de los clubes por el simple hecho de estar del lado opuesto al de los entes rectores del futbol en Europa y el mundo.

El problema es aplicar aquí la máxima «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». La realidad es que este enemigo es aun peor para la mayoría.

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Por supuesto, hay muchísimos esqueletos en los armarios de la UEFA y la FIFA. La designación de Qatar como sede de la Copa del Mundo de 2022 es sin duda una de las decisiones federativas más cuestionables en la historia del futbol.

Pero la guerra de los grandes clubes contra los organismos directivos no es una guerra a favor del aficionado o del futbol. Es una guerra por y para sí mismos, por sus intereses y sin importat las consecuencias para el resto.

Las duras consecuencias que la Superliga europea tendrá para el resto del futbol, no solo en Inglaterra, España e Italia, sino en toda Europa y otros continentes, no pueden dejarse de lado solo por estar en contra de la FIFA.

Con todos sus defectos, un torneo como la UEFA Champions League no solo premia el mérito deportivo de clubes en ligas grandes y pequeñas, también sirve como fuente de recursos a todos los miembros de organismo.

¿Quién va a pagar la factura?

La Superliga europea promete generar un pastel aun más grande. Pero se lo van a comer sus miembros y al resto solo le tocarán migajas.

Un detalle importante a considerar es que para que el torneo genere las millonarias ganancias que sus fundadores esperen alguien tiene que pagar la cuenta.

Según reportes, el banco JP Morgan financiará el arranque de la Superliga, pero no creamos ni por un momento que ellos serán los que realmente carguen con el costo.

El costo, por supuesto, lo van a pagar los aficionados. En entradas más caras a los estadios, en gastos mayores al acudir a ellos, en paquetes de televisión más exclusivos, en camisetas y demás productos a mayor costo.

El desastre para los demás

El efecto de la Superliga no va a quedar solo en ampliar aun más la brecha económica entre ricos y pobres: tarde o temprano va a mermar también el interés del aficionado en las competencias locales.

Ya pasa ahora en buena parte del mundo. Las ligas del centro y este de Europa, que hace unas décadas enviaban clubes a competir de tú a tú con los grandes de España, Italia e Inglaterra, hoy son solo una fábrica de jugadores de la que los grandes se alimentan cada verano.

Lo vemos también en México. El nivel de la Liga MX es probablemente mejor que hace dos o tres décadas, pero la competencia pierde lealtad del seguidor mexicano ante el constante bombardeo de la Champions y las ligas europeas en nuestra televisión.

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